El Tarot: Vía Hermética, Espejo del Alma y Lenguaje Alquímico

El Tarot no es solo un simple juego adivinatorio. Es un sistema simbólico complejo, un mapa del Universo y del Ser Humano, un libro sin palabras escrito con imágenes cargadas de significados ocultos. Es una herramienta iniciática poderosa, utilizada por hermetistas, ocultistas, alquimistas y místicos desde hace siglos para comprender las leyes invisibles que rigen la materia y el espíritu.
Cada carta, cada color, cada número, cada postura encierra múltiples significados — esotéricos, astrológicos, cabalísticos y sobre todo alquímicos. El Tarot puede leerse como una transcripción visual de la Gran Obra, ese proceso de transmutación espiritual que lleva de la materia bruta a la piedra filosofal, de la inconsciencia a la iluminación.
Orígenes históricos y místicos: un lenguaje codificado a través de los siglos
El Tarot apareció en Europa durante el Renacimiento, especialmente en el norte de Italia, en forma de juegos llamados Trionfi o Tarocchi. Sin embargo, muchos investigadores consideran que sus raíces son mucho más antiguas, hundiéndose en la herencia espiritual del antiguo Egipto, la Cábala hebrea, el hermetismo grecorromano y los misterios medievales.
Court de Gébelin, en el siglo XVIII, fue uno de los primeros en afirmar que el Tarot era una herencia de los sacerdotes del antiguo Egipto, concebido como un alfabeto simbólico codificado, capaz de transmitir los secretos del universo a los iniciados. Sea o no históricamente cierto, esta hipótesis abrió el camino a una lectura esotérica y filosófica del Tarot, en la que cada carta se convierte en una puerta de percepción.
Los alquimistas del Renacimiento y del Siglo de las Luces veían en el Tarot un proceso iniciático paralelo al de la Obra Alquímica: las pruebas del Loco, la muerte simbólica, la transmutación del Juicio, la realización del Mundo… son etapas que reflejan la disolución, purificación, sublimación y fijación de la alquimia interior.
El Tarot de Marsella y Rider-Waite: dos reflejos de una misma verdad
El Tarot de Marsella: austeridad y misticismo medieval
El Tarot de Marsella encarna una visión medieval y estructurada del camino iniciático. Cada arcano está codificado de manera rigurosa: colores, números, gestos y elementos arquitectónicos tienen todos un significado preciso. La no denominación de algunas cartas (como el Arcano XIII) no es un olvido, sino una clave interpretativa: lo que no se nombra pertenece al ámbito del misterio, de lo no dicho, de lo indecible.
Este tarot es de gran valor para los alquimistas, pues refleja el progreso iniciático en su forma más pura: el Loco comienza su camino en la inconsciencia (prima materia), atraviesa pruebas (solve), vive desintegraciones y renacimientos (coagula), hasta alcanzar el Mundo, la piedra filosofal.
El Tarot Rider-Waite: narración intuitiva y simbolismo esotérico
El Tarot Rider-Waite-Smith, nacido en 1909, introduce una dimensión narrativa visual más inmediata, especialmente en los arcanos menores, hasta entonces bastante abstractos en el Tarot de Marsella. Inspirado en las tradiciones rosacruces, la Cábala y la masonería, este tarot habla directamente al inconsciente.
Permite una lectura intuitiva pero profunda, en la que cada escena ilustrada se convierte en un espejo de experiencias humanas universales. El enfoque de Waite y Smith crea un puente entre los grandes símbolos tradicionales y una lectura psicológica y espiritual del recorrido del alma.
El Tarot como Gran Obra Alquímica: Nigredo, Albedo, Rubedo
Uno de los ejes más profundos del Tarot es su lectura alquímica. Los 22 arcanos mayores pueden dividirse en tres grandes fases que corresponden a las etapas de la Gran Obra:
Nigredo – La Obra en Negro
Es la fase de la putrefacción, de la disolución, del derrumbe del ego. Corresponde a cartas de crisis, pérdida, confusión, tales como:
El Loco (el caos inicial)
El Arcano XIII (muerte simbólica)
La Torre (colapso de estructuras)
El Diablo (confrontación con los instintos)
En esta fase, el adepto entra en la oscuridad para disolver las ilusiones. Es el momento de la confrontación con la sombra. En alquimia, esto corresponde a la materia que muere para poder purificarse.
Albedo – La Obra en Blanco
Después de la deconstrucción, llega la purificación, la nueva claridad, la revelación interior. El caos empieza a revelar un orden más sutil. Esta etapa está representada por:
La Templanza (equilibrio)
La Estrella (esperanza, regeneración)
La Papisa (conocimiento oculto)
El Ermitaño (introspección y luz interior)
Es la fase del baño lunar, del agua regeneradora, de la conciencia que comienza a distinguir la verdad. En alquimia, el alma es purificada y separada de las impurezas del mundo.
Rubedo – La Obra en Rojo
Etapa final: la unión de los opuestos, la fijación, la realización de la piedra filosofal interior. El ser ahora está iluminado, centrado, unificado. Las cartas relacionadas con esta etapa son:
El Sol (luz de conciencia)
El Juicio (resurrección)
El Mundo (integración total)
El Mago (nuevo comienzo iluminado)
Es la síntesis final del alquimista, donde se alcanza el oro espiritual. El Tarot nos muestra que esta transformación es tanto mística como psicológica, cósmica e íntima.
Lectura profunda de los Arcanos Mayores a la luz de la Alquimia
XIII – El Arcano sin Nombre (La Muerte): La Putrefacción Alquímica
A menudo malinterpretada, esta carta rara vez anuncia una muerte física. Es la expresión de un proceso de purificación y despojamiento. En la Obra en Negro, marca la destrucción necesaria de lo que se ha vuelto estéril o ilusorio. La imagen de un esqueleto segando cabezas es una alegoría directa del Solve alquímico, el momento en que la materia prima (el ego, el alma no transformada) se disuelve para revelar sus componentes ocultos. Ese esqueleto es Saturno, el Chronos alquímico, destructor pero sabio, señor del tiempo. En el plano psicológico, esta carta encarna el momento en que el individuo debe soltar, abandonar un apego, una falsa creencia o una versión obsoleta de sí mismo. Prepara para un renacimiento, para una nueva coherencia interior, pues nada puede renacer sin antes morir. |
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XVI – La Torre (La Casa de Dios): La torre fulminada del ego
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La Torre representa una caída brusca pero liberadora. Una torre alcanzada por un rayo, personajes cayendo al vacío: todo lo que fue construido sobre una base frágil se derrumba. El orgullo mental, las ilusiones de poder o de control son aniquiladas. Alquímicamente, esta carta representa la calcinación: la etapa en la que la materia es llevada a alta temperatura para consumir sus impurezas. Es la llama interior que destruye el viejo mundo para revelar la verdad. Esta lámina es una invitación a aceptar el caos como acelerador de evolución. Sin ese choque, el alma permanecería prisionera de sus construcciones mentales. Es una llamada a liberarse de la estructura del ego para recibir una verdad superior. |
XVII – La Estrella: El agua regeneradora del Albedo
Tras la destrucción, llega el consuelo. La Estrella es una de las cartas más benevolentes del Tarot. Muestra a una figura femenina desnuda, vertiendo dos jarras en un río y sobre la tierra, bajo un cielo estrellado. Estamos en la Obra en Blanco, la fase alquímica de purificación y armonización. El agua es el elemento dominante, símbolo de emociones calmadas, dulzura y conexión espiritual. La desnudez simboliza la autenticidad recuperada tras la caída. La Estrella enseña el poder de la belleza, el silencio y la fe. Es la luz tras la tormenta, la conciencia que renace en una nueva claridad. El iniciado, tras atravesar la oscuridad y la ruptura, entra en un periodo de profunda sanación espiritual. |
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XX – El Juicio: Resurrección y Fijación
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El Juicio representa una escena bíblica: un ángel toca una trompeta celestial y los muertos salen de sus tumbas. La imagen puede parecer religiosa, pero es profundamente alquímica. Estamos en el proceso de fijación: la energía volátil se canaliza, se estabiliza. El individuo despierto escucha finalmente la llamada interior, la voz de su conciencia superior. Sale de la tumba de la inconsciencia, listo para transformarse completamente. El Juicio habla de renacimiento espiritual, de comprensión del karma, de liberación del ciclo de muertes simbólicas. Es también el reconocimiento de la propia misión de vida, del papel en el universo. El ángel no es otro que el fuego del Espíritu que viene a animar la materia dormida. |
XXI – El Mundo: El cumplimiento de la Gran Obra
El Mundo es la última carta del Tarot. Se ve a un ser andrógino bailando en el centro de una mandorla, rodeado por los cuatro vivientes: el ángel, el águila, el león y el toro. Estas figuras simbolizan los cuatro elementos, los cuatro evangelistas, las esferas de la creación. En alquimia, es el momento del Rubedo, la Obra en Rojo. El fuego del Espíritu ha iluminado la materia. El ser interior está ahora reintegrado en el Todo, equilibrado entre materia y espíritu, masculino y femenino, sombra y luz. Esta carta es la imagen de la piedra filosofal: el conocimiento perfecto de uno mismo y del mundo. Simboliza también la unión mística con lo divino, la danza cósmica de la creación, la armonía recuperada. |
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El Tarot, mucho más que una herramienta adivinatoria, se presenta como un verdadero camino iniciático, un espejo simbólico de la transformación del alma humana a través de pruebas, revelaciones y metamorfosis. Cada arcano, lejos de ser un simple dibujo inmóvil, se convierte en una clave viva, un puente entre los mundos visibles e invisibles, entre lo profano y lo sagrado, entre la materia y el espíritu.
Ya se aborde desde la perspectiva del Tarot de Marsella o del Rider-Waite, su riqueza sigue siendo inalterable. Nos invita a un diálogo íntimo con nuestro inconsciente, nuestros arquetipos, nuestras aspiraciones más profundas. Su lectura alquímica revela un saber antiguo, codificado y transmitido de generación en generación, que todavía hoy resuena como un llamado a la conciencia. Al recorrer el camino del Loco hasta el Mundo, se realiza todo un proceso de elevación: una Gran Obra interior, una alquimia lenta y sublime del ser.
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