En toda taberna que se respete hay un bardo cantando demasiado fuerte, un bárbaro durmiendo sobre la mesa… y ahora un pequeño contador que hace el trabajo por todos. Esculpido como un trozo de muro de taberna — piedras gastadas, vigas que crujen, tejas oscuras e incluso la fontanería de un enano gruñón — este accesorio hace girar sus números como un cofre del tesoro bien engrasado.

El principio es sencillo: giras las compuertas, los números aparecen detrás de las pequeñas puertas y por fin mantienes el control de lo que ocurre en la mesa. Puntos de vida, marcador de misión, rondas de combate, número de galletas robadas por el pícaro del grupo… tú decides qué seguir. Nada de notas sueltas, cálculos aproximados ni jugadores jurando que tenían “exactamente 53 PV hace dos segundos”.

El contador encaja perfectamente en la mano, sólido y con una textura generosa, como si hubiera sido arrancado del mostrador de una posada visitada por demasiados enanos malhumorados. Los números, visibles tras las pequeñas puertas de madera, le dan un encanto rústico irresistible y convierten cada cambio de valor en un pequeño momento dramático — el DJ gira las compuertas… clac… los jugadores contienen el aliento… y de pronto, cae el veredicto.

Es el accesorio ideal para añadir auténtico ambiente a la mesa y hacer el seguimiento de la partida más claro que nunca. El tipo de objeto que hace que los jugadores digan: “Wow, vale, ahora va en serio.” Y que hace que el bárbaro frunza el ceño en secreto, porque ya no podrá inventarse números al azar.