Hay mañanas en las que ni los hechizos más poderosos sirven de nada. Las lunas están desalineadas, la energía astral está estancada y el humor… digamos que es potencialmente explosivo. En estos momentos, tener una poción de emergencia a mano es esencial. No para traer la luz, sino para evitar hacer desaparecer a alguien. Y aquí es donde entra esta taza.

No es una taza cualquiera. Es una señal de alarma. Un artefacto preventivo. Una barrera mágica entre el mundo exterior y una bruja en fase crítica de despertar. En su superficie se lee con claridad: “Bruja lunática con cafeína. No provocar.” En su centro brilla un frasco etiquetado como “CAFEÍNA — Fuerte inestabilidad emocional”, rodeado de lunas, llamas, un gato negro con mirada entre agotada y amenazante, y una vela que ya empieza a derretirse bajo la tensión ambiental.

Esta taza es la aliada de los despertares brutales, de los días saturados y de las noches demasiado cortas. Es la manifestación física de ese pensamiento silencioso que todo ser sensato tiene al despertar: “ahora no.” Es un talismán para marcar distancia emocional. Un hechizo de silencio civilizado. Ideal para quienes no soportan el ruido, la luz o las conversaciones antes del primer café — especialmente si ese café está tibio. Regálala a esa amiga temida por las mañanas, al colega de ceño fruncido, o guárdala como recordatorio de que poner límites es un acto de magia protectora.

Beber de esta taza es reclamar el derecho a la calma sagrada de la mañana, al espacio mental sin invasiones, al instinto salvaje que se doma sorbo a sorbo. Y si alguien osa hablar, sacudir o insistir… la botella advierte: no quedará sin consecuencias.